miércoles, 16 de enero de 2013

BLANCAFLOR Y ROJAFLOR


            Érase una vez una mujer viuda que vivía cerca de un bosque con sus dos hijas. En su jardín crecían dos rosales, uno de rosas rojas y otro de rosas blancas. Por eso a sus hijas las puso Rojaflor y Blancaflor. A Rojaflor le gustaba correr por el campo, hacer ramilletes de flores y buscar nidos. Blancaflor prefería quedarse en casa.
            Una noche de invierno que había nevado mucho, oyeron un golpes en la puerta de casa. Salieron a abrir y les apareció un enorme oso. Se asustaron mucho las dos hermanas, pero el oso las tranquilizó: Solo quiero entrar en calor.
            Y así pasó el invierno. Durante el día el oso se iba al bosque cubierto de nieve a cazar, y por la noche volvía a casa de las dos hermanas.
            Cuando llegó la primavera el oso se fue al bosque, según él, a esconder un tesoro que un malvado enano se lo quería robar.
            Las hermanas se quedaron muy tristes. Unos días después Rojaflor y Blancaflor salieron a buscar leña. Por casualidad y sin que se enteraras divisaron al enano que se había enredado la barba entre las raíces de un árbol caído. Entonces le cortaron un trozo de barba y pudo escapar libre.
            Al día siguiente volvieron a ver al enano que, de nuevo, enredada su barba en el sedal de la caña de pescar, pedía auxilio. De nuevo le tuvieron que cortar un trozo de barba para que quedara libre, otra vez. El enano cada vez que se quedaba con menos barba más se enfadaba.
            Otro día llegaron a tiempo de salvar al enano de una águila que le había atrapado, rompiéndole sin querer un trozo de la chaqueta.
            En todas las ocasiones el enano ni daba las gracias y además se enfadaba.
            Hasta que un día el oso agarró al enano e hizo que se arrepintiera de su mal humor y del hechizo que le había hecho al buen oso. Rojaflor y Blancaflor lo vieron todo y se asustaron un poco, pero el oso las tranquilizó, porque además era un príncipe encantado al que hacía años el malvado enano había convertido en oso. . . para apoderarse del tesoro.
            Blancaflor se casó con el príncipe y Rojaflor con su hermano y comieron perdices y fueron felices.

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